Maltrato infantil. Memoria y lenguaje


“El maltrato infantil: Memoria y lenguaje del cuerpo”


Los niños maltratados que nunca contaron con el apoyo de un adulto que los auxiliara suelen desarrollar más adelante una gran tolerancia hacia las crueldades de las figuras paternas.
Habitualmente, se niegan a aceptar que ellos mismos fueron maltratados  y  un sutil velo de insensibilidad les impide abrir los ojos.
En consecuencia, si los interrogamos acerca de si fueron maltratados responderán con evasivas o harán de abogados del diablo en un intento por preservar la memoria de las figuras paternas. Lo que sucede es que desde pequeños han aprendido a reprimir e ignorar sus verdaderos sentimientos  y a no confiar en ellos  o a hacerlo dentro de los mismos códigos paternos o de las autoridades abusadoras.
Al llegar a la adultez, sus múltiples obligaciones no les dejan un tiempo personal como para retrotraerse hacia las imágenes de  la infancia y en caso de hacerlo, justifican el sistema patriarcal y abusivo  que han tenido que padecer. Surgen entonces justificaciones y gestos de compasión para con sus padres pese a las circunstancias peligrosas a que los  hayan sometido.
Todo pareciera indicar que se desarrolla en el sufriente una gran tolerancia hacía los crímenes del tirano.
 Quizá eso nos permita comprender la alta tolerancia de ciertas personas ante figuras que detentan el poder de modo autoritario e inescrupuloso pues esa figura reactualiza en su presente adulto  los miedos reprimidos por su niño interior y que jamás pudo poner en evidencia.
Alice Miller -Doctora en filosofía, psicología  y sociología e investigadora de Basilea- en su libro “El cuerpo nunca miente” habla del largo tiempo que necesitan los adultos que han sido maltratados en su niñez para registrar y atreverse a develar el menosprecio o la humillación a la que fueran sometidos por sus progenitores.
 La más de las veces en los foros sobre maltrato infantil alude a “una falta no intencionada cometida por sus padres quienes  tenían las mejores intenciones pero fueron desbordados por las circunstancias”.
El desempleo, el exceso de trabajo o las tensiones matrimoniales serán las excusas fruto de una moral habituada a ubicarse siempre del lado del adulto y  desamparando al niño.
 La más de las veces esa personas enferman a repetición, pues el cuerpo  busca  canales por donde manifestar su dolor  ,surgen  entonces    los procesos psico-somáticos, el cuerpo enferma pues dirigen contra sí mismas la ira, la rabia que debiera haber sido  desplazada  sobre las figuras que los han sometido en la desprotección de la infancia.
En los foros las personas maltratadas manifiestan grandes resistencias aludiendo que “todo se hizo por su propio bien”.
Alice Miller advierte sobre las contradicciones de  cierta pedagogía y moral tradicional  expuesta en bibliografía  sobre maltrato que no siempre manifiesta  una inclinación clara a favor del niño   y en la  que es habitual observar cómo se aconseja al lector reconciliarse con el pasado y sus figuras paternas y evitar caer en   la victimización. Para la autora, tales corrientes de pensamiento impedirían al sujeto ingresar a una adultez sana y plena pues le exigen construir nuevos cimientos  sobre  la negación de  la verdad y la represión  del dolor cuyo testigo ha sido y sigue siendo   nada menos que el propio  cuerpo.
Poner en palabras  los hechos que el cuerpo registró en su memoria e integrar esa historia a la totalidad de nuestra historia personal de vida nos permitirá  una mirada adulta sobre nosotros mismos y  terminar con esa relación enfermiza con los padres interiorizados de la infancia: una relación donde se mesclan la gratitud, la compasión, las negaciones, el miedo, la obediencia y el temor al castigo.
Para Alice Miller el fracaso de muchas terapias tiene su razón de ser pues más de una mantiene al  paciente atascado en sus síntomas y no se les permite librarse de la relación destructiva del niño maltratado, develar su historia y expresar su indignación por el comportamiento de sus padres en el pasado .
Considero  de sumo valor adscribir al pensamiento de aquellos que intentan abrir una brecha con respecto al maltrato infantil en todas sus formas y  motivada por  tales circunstancias reproducir las palabras de la autora: … “una terapia donde se exhorta a perdonar creyendo que el perdón conlleva al éxito curativo  deja aprisionado al niño interior que inventa a sus padres y que en el fondo se deja controlar y destruir (en forma de enfermedades) por los padres interiorizados durante toda su vida. Los terapeutas siempre dan consejos, que uno, en realidad, no puede seguir…yo creo que una persona que no se valora a sí misma ni se respeta, que no se permite ser creativa, no es de esta manera porque lo desee. Sus bloqueos son fruto de una historia que debería conocer con la  mayor exactitud posible, indagar desde las emociones para entender cómo se ha convertido en quien es. Cuando lo haya entendido ya no necesitará más consejos. Sólo necesitará un testigo cómplice que recorra con ella el camino hacia su verdad, con quien pueda permitirse aquello que siempre ha deseado pero a lo que tuvo que renunciar: la confianza, el respeto y el amor a uno mismo. Y necesitará perder la esperanza de que sus padres le darán algún día aquello de lo que lo privaron.
 Hasta la actualidad, las víctimas de malos tratos han negado la verdad precisamente debido al miedo que sintieron en sus primeros años de vida, con lo que por lo general han contribuido a que dicha verdad se encubriera. Pero si las víctimas del pasado empiezan a explicar lo que les ha ocurrido, los terapeutas se verán obligados, también a darse cuenta de la realidad.”
Creemos fundamental recordar que toda reconciliación con el pasado debe construirse sobre la verdad de los hechos.

Prof. María Cristina Avila; Bs.As.; Rep. Arg.; 2010


Bibliografía:
- Miller, Alice: “El cuerpo nunca miente”; Edit. Tusquets; Barcelona; España; 2005.



Prof. en Cs. de la Educación-Diploma Superior en Cs. Sociales con mención en Educación en FLACSO- Facultad Latinoamericana de Cs. Sociales.