Virginia Woolf



“LA  VERDAD  DE  VIRGINIA  WOOLF :

Un sujeto atrapado por la subjetividad de la verdad ”

Prof.  María Cristina Avila

2003

I
FUNDAMENTACION

En coincidencia con L. S. Vygotsky considero relevante tomar como punto de partida su concepción socio histórica   sobre la naturaleza humana.
Posibilitan el desarrollo máximo de sus potenciales dos condiciones: *Un órgano: el cerebro; *Una fuente: la cultura. Ambas condiciones, interdependientes, son necesarias pero no suficientes por sí mismas.
De ello deviene el hombre como ser socio-cultural-histórico e instrumental.
Social porque su humanización es factible, tan sólo, en la interacción con los otros.
Cultural en tanto interioriza, interpreta y se despliega en y para la cultura misma.
Histórico en cuanto es portador de lo acumulado diacrónicamente por las generaciones precedentes, protagonista en lo sincrónico y prospectivo en el devenir.
Instrumental según lo define A. N. Leontiev, colaborador de Vygotsky, como creador permanente de instrumentos y herramientas.
De ello se infiere que, la naturaleza humana esté fuertemente atravesada por la influencia de lo ancestral, el imaginario colectivo, las creencias, lo simbólico, lo político, lo histórico y lo familiar.
Es la familia, primera institución social, ámbito de interjuego de las relaciones triangulares básicas (madre-padre-hijo) donde se balancean –permanentemente- los sentimientos ambivalentes (amor-odio)  que inciden en la construcción del yo.
Durante la construcción yoica se irán consolidando, a nivel inconsciente, un ECRO (Esquema Conceptual, Referencial y Operativo) y una Matriz de Aprendizaje particular (grabada a fuego en las primeras experiencias vivenciales) que hacen de ese sujeto  un ser único e irrepetible  para percibir, pensar y actuar en el aquí y ahora.
Ante la ausencia del estímulo socio-cultural las crónicas históricas dan cuenta de los casos de “Homo ferus” (Así denominados en la escala filogenética): Víctor de Aveyron, Francia, 1799; Kaspar Hauser, Nüremberg, Alemania, 1800; Kamala y Amala, La India, 1845; Ramú, La India, 1987.
 Vale decir que sólo si las circunstancias posibilitan al sujeto la interacción con el medio podrán construirse los Procesos Psicológicos Superiores –PPS- (Percepción-Atención-Memoria-Lenguaje) a fin que el hombre pueda alcanzar un desarrollo pleno. Ello implica que percepción, atención, memoria y lenguaje permiten al sujeto-relacionado con un  “otro” interiorizar el mundo, apropiarse de la cultura, decodificarla, resignificarla y recrearla para las generaciones venideras. Obviamente, la percepción, en los primeros años de vida ocupa un lugar preferencial ya que el niño “piensa tal como percibe” y son los sentidos ventanas abiertas al mundo que captan el mundo de acuerdo a lo subjetivo.
Por lo tanto, partiendo de la premisa que el hombre no es una cosa sino un drama, un acto... y sus circunstancias[1]sus acciones y reacciones estarán engarzadas a “su verdad”.
Lo cierto es que en lo cotidiano, tras percibir múltiples estímulos, la compleja y vertiginosa realidad exige al ser humano: pensamiento y acción inmediata.
Dichos estímulos son capturados -inconscientemente- por el sujeto del mismo modo que una cámara fotográfica. Cada “registro” de las circunstancias vitales estará atravesado por el guión familiar, las ansiedades básicas (miedo al ataque –miedo a la pérdida), el momento histórico que le toca vivir (guerra, paz, violencia...), el hábitat geográfico, en suma: el contexto.
Por lo tanto cada hombre, asumiendo las circunstancias como referentes, actuará de acuerdo a “Su verdad”.  Pensamiento y acto en el aquí y ahora responderán a percepciones previas, a una visión subjetiva de su relación vincular con el otro y el contexto.
Nunca podrá eludir el “imaginario colectivo”, impregnado por lo simbólico y de profunda incidencia en lo social. De tal modo lo cultural, las creencias, las ansiedades básicas, las experiencias en la familia de origen y cada acción cotidiana será una alusión permanente a lo internalizado.
Su mirada” no será “la mirada”... “Su verdad” no será “la verdad”...
Ante su incertidumbre, el paciente, “ciudadano del mundo”, acudirá al terapeuta en busca de un compañero de travesía por “su desierto interior”. Su norte será la esperanza de arribar “al oasis” donde develar “el enigma”: ¿Quién soy? ¿Cuál es la verdad?
“La ética de la operatividad psicológica en el siglo XXI” radica en la habilidad del terapeuta para hallar el intersticio por el cual acceder a la fantasmática de su paciente con clara conciencia de la imposibilidad de escindirlo del contexto.
Tornar explícito lo implícito, desde la intervención terapéutica, supone al profesional abordar al paciente con un respeto absoluto por “su verdad”. Verdad subjetiva que denuncia el síntoma, torna difusa la percepción, confuso el pensamiento, cercena la creatividad e inhabilita para la acción en “el aquí y ahora”.
Desde “su verdad” la trama histórica del sujeto se torna en “su holocausto”, en su propio “campo de concentración” y La ética de la operatividad psicológica del nuevo milenio radica en “desatrapar” esa “verdad” subjetiva para reconstruir la historia del paciente en tanto ser “socio-histórico-cultural” a fin que “su verdad” se devele en “la verdad”.
“Verdad” que posibilitará el pasaje de la enfermedad a la salud. El “desatrape” de un paciente desesperanzado desde un abordaje terapéutico posibilitador de percepciones más nítidas, pensamientos más operativos, relaciones vinculares más sanas -en suma- criterio de realidad para protagonizar la historia.
El paciente -como Prometeo- es portador del fuego de “su verdad” y está encadenado a ella. Vulnerable ante circunstancias que lo superan acude al escenario terapéutico: lugar donde “la mirada única” se comparte y “la verdad” se devela a través del “discernir conjunto”; lugar donde “el niño interior inadecuado” puede llegar a ser  “el adulto adecuado”; lugar único de encuentro donde el terapeuta, autorizado por el mismo paciente, intentará des-correr, lentamente, “los velos” de “su verdad”  esfumada... opacada... distorsionada por el atrape en el dolor.
Desde esta postura me pareció relevante el intento de reconstruir el caso de Virginia Woolf, escritora inglesa de fines del Siglo XIX y principios del XX en relación con el contexto y el vínculo con su médica clínica, la Dra. Octavia Wilberforce.
La fantasmática de Virginia es potenciada por una desmesurada percepción de sus vivencias, arrastrada por el torbellino de la guerra y sin atisbo de futuro.
El lenguaje escrito, su herramienta más valiosa le permitió legar a la humanidad una maravillosa prosa poética donde el Eros y el Thánatos se mecen arrítmicamente hasta que, en la plenitud de su vida, se precipita al abismo.


II
CASUÍSTICA
Nacida en la Inglaterra de 1882, la vida de Virginia Stephen, más conocida como Virginia Woolf, transita desde la última época del reinado victoriano hasta la segunda guerra mundial.
La muerte temprana de su madre; las violaciones del hermanastro mayor -George - entrada a la adolescencia; la pérdida posterior de su padre; el avance del nazismo tan voraz como su miedo a la locura impregnan toda su vida y se plasman en su obra literaria.
Dichos acontecimientos potencian en el tiempo y el espacio su fragilidad mental.
Conforme a la época, la doctora Octavia Wilberforce-médica clínica- realiza un abordaje desde la medicina clínica “insuficiente” para acceder a la mente atormentada de la escritora.
Frustrada por la ineficacia de su tratamiento, * “el 28/02/1941, poco antes del suicidio de Virginia, la doctora registrará respecto de sus encuentros: ... “y le dije al principio que la base de la medicina, de la ciencia, era intentar decir la verdad – mientras yo infería que para ella no era tan importante-. Pero mi dificultad inmediata era estar segura de qué era la verdad. Podría haber agregado que yo miraba hacia el futuro y no –como ella- hacia el pasado. Otra vez yo como el reverso de ese espíritu que mira hacia atrás.”



Según los informes, en * 1913, poco después de su casamiento con Leonard, Virginia ingiere una enorme dosis de Veronal. Estuvo en coma durante toda la noche, al borde de la muerte, con estallidos repentinos y violentos mientras tres enfermeras la sujetaban a la fuerza. Vivía en el límite de la frontera psicológica. Cuando estaba bien era de una energía notable, pero padecía de colapsos menores recurrentes y fuertes dolores de cabeza mezclados con ataques de melancolía que la obligaban a permanecer en cama durante días enteros y a veces durante semanas, casi sin alimentarse.
Después del éxito de “Orlando”(se llevó a la pantalla), seguía luchando contra impulsos suicidas a la madrugada.

En *1927, mientras corregía las últimas páginas de “Al faro” registraba en su diario íntimo: “La búsqueda era recrear mi infancia, mis padres. Pensaba en ellos todos los días. Tenía una obsesión insalubre con ambos; escribir sobre ellos era un acto necesario. Pero es mucho más difícil matar a un fantasma que a la realidad.”
Cuando dio a luz su nueva novela:” Las Olas”(Se llevó a la pantalla), hizo una descripción del terror que la invadía:
“Me desperté con la sensación de estar en una cámara de torturas... físicamente como una ola de dolor que se elevaba sobre mi corazón, retorciéndome ¡Soy infeliz, infeliz! Caigo... Dios, ojalá estuviera muerta. Fracaso. Fracaso. La ola se eleva. La ola golpea. ¡Ojalá estuviera muerta! Sólo me quedan unos pocos años de vida, espero...”
En *1929 en su diario íntimo confiesa:
“Vivo al borde de un gran lago de melancolía... Dios, qué profundo es... En el momento que dejo de trabajar siento que me hundo cada vez más. Y cómo es habitual siento que si me hundo más alcanzaré la verdad. Ese es el único consuelo. Tengo que obligarme a enfrentar el hecho de que no hay nada... Nada para ninguno de nosotros. Trabajar, leer, escribir sólo son disfraces y también las relaciones con las personas. Sí, incluso tener hijos sería inútil.”
Sus placeres no incluían acostarse con hombres. El sexo con Leonard, su esposo, había sido un fracaso. Dormían en habitaciones separadas. Por lo general, el vínculo era estrictamente intelectual. Los sentimientos sexuales de Virginia cuando los tenía, estaban dirigidos a sus amigas.
Carta de Virginia a su amiga Ethel del *16 de octubre de 1930:
“Dios, Dios, cuántas cosas que quiero, cuantas flores diferentes visito. Uno de estos días pondré por escrito algunas fases de mi vida como escritora; y explicaré lo que ahora me limito a resumir, después de haber estado enferma y haber sufrido todas las formas y variantes de las pesadillas y una extravagante intensidad de percepción puesto que yo inventaba poemas, historias, profundas y para mí inspiradas frases todo el día mientras yacía en cama, y así bosquejaba, creo, todo lo que ahora, a la luz de la razón, intento volcar en prosa... Después de todo eso, cuando me recuperé, sentía un temor tan intenso por mi propia demencia que escribí noche y día, principalmente para comprobar que podía mantenerme completamente lejos de ese peligroso terreno.”
*enero de 1931
Fallecido su padre, Virginia se rebela contra el “ángel de la casa”, estereotipo de la mujer que seguía siendo dominante en los años 30: la mujer como esposa, madre y ángel de la casa. A los 49 años, en una conferencia para mujeres profesionales, dirá:
“A pesar de su aura moral, la mujer era un cuerpo útil que hacía las tareas domésticas con gran eficiencia, algo muy conveniente para el señor de la casa. El ángel era intensamente amable. Era inmensamente encantador. Era completamente generoso. Se destacaba en las difíciles artes de la vida familiar. Se sacrificaba a diario... nunca tenía una opinión o un deseo propio sino que prefería estar de acuerdo con las opiniones o deseos de los otros... era puro. Fallecido mi padre, el Ángel se volvió más insidioso y trataba de asfíxiame con su sabiduría convencional para evitar que yo pensara y escribiera con libertad. Me volví hacia él y lo tomé por la garganta. Hice todo para matarlo. Mi excusa, si me juzgan en un tribunal, sería que actué en defensa propia.”

Virginia, contemporánea a la Primera y Segunda Guerra Mundial, se desgarra ante la barbarie de Hitler en Europa, Mussolini en Italia y Franco en España.

* Diciembre de 1940.
La doctora Octavia Wilberforce era la octava hija de nueve hermanos. De allí su nombre. Pertenecía a una familia de clase media alta y se convirtió en doctora a pesar de la oposición familiar. La facultad de medicina hacía muy poco que admitía mujeres. Desarrolló sus prácticas en Brighton. Desde entonces, fue la médica de Virginia. Octavia notó que Virginia había perdido peso, estaba delgada. Según su registro clínico: “Se veía frágil y necesitaba ganar peso... Virginia es probablemente la más grande escritora viva en prosa inglesa... Ella recibió mi elogio con timidez, como si estuviera probando golosinas prohibidas. Se mostró incrédula pero finalmente lo aceptó conmovida... Ella y su esposo se ven flacos y casi muertos de hambre... Estoy segura que están desahuciados en cuanto a la comida... Les ofrecí leche y crema diaria provenientes del ganado de mi granja... Si alguien se debe beneficiar de mi ganado, deberían ser estos desahuciados. Virginia aceptó la oferta pero insistió en que debía ser un intercambio comercial... Aunque no tenían nada equivalente a la valiosa crema, sí tenían grandes cantidades de manzanas de su huerto que me podían dar a cambio... Virginia declaró <He perdido todo mi poder sobre las palabras, ya no puedo hacer nada con ellas.>”.
Octavia reconoce: “La mayor parte del tiempo me siento humillada por mi incapacidad de ayudar a los pacientes... La ilusión de que con suficiente leche extra ustedes dos podrían mejorar y... escribir sus mayores obras maestras me levantaría el ánimo”.
En cuanto a la queja de Virginia, que había perdido poder sobre las palabras, Octavia argumentó: “Todos los verdaderos genios tienen que preparar el barbecho durante un tiempo para obtener una cosecha más abundante.  Virginia no prestó atención a mis intentos por tranquilizarla respondiendo: <Nada que ninguno de los dos podamos finalmente escribir puede superar a su leche y su crema en este amargo momento>”
Octavia siguió enviándoles productos lácteos dos veces por semana y esporádicamente pasaba de visita, sin embargo, pese a sus buenas intenciones no era sensible a las alusiones y rápidamente restó importancia a las tristes palabras de Virginia.
  • Sus ofrecimientos de leche y crema, su insistencia en que Virginia debía recuperar peso, se entrelazaban con una historia que ella ignoraba: los largos períodos de Virginia en una clínica dónde trataron su “neurastenia” con un obligado reposo y una dieta rica en lácteos. Nunca olvidó el desagrado que sintió ante ese tratamiento y las órdenes de los médicos.
Su esposo, Leonard, escribía: “Era extremadamente difícil inducirla a la comida y al descanso”.
Virginia suponía que la invasión nazi era inminente.
* 9 de enero de 1941
En su diario, Virginia describió su melancólica percepción del final... “Una elevación cubierta de nieve, un atardecer rojo, púrpura, un azul gris de paloma bajo el sol poniente contra el cual se recortaba la oscura y pequeña cruz de la iglesia del vecindario... Y el pantano como una esmeralda opaca”.
 Continuaba diciendo: “Estoy leyendo a Shakespeare en medio de un ataque aéreo, sin la máscara de gas, y así desaparecer lejos, muy lejos, disolverme y olvidar por completo...”.


* Enero y febrero de 1941
Leonard angustiado por la salud de Virginia consultó a la doctora Wilberforce. Octavia registró: “Virginia está cada vez más delgada, parece que se la ha agotado la energía, no puede trabajar por períodos largos, jamás después de la hora del té, con frecuencia interrumpe cuando está desesperada. Es una criatura completamente frágil.”
*8 de marzo de 1941
Diario de Virginia. “No, no tengo la intención de volverme autista. Me repito: observar perpetuamente. Observar la llegada de la vejez. Observar la codicia. Observar mi propia abatimiento... Me hundiré con todas las banderas desplegadas”.
*12 de marzo de 1941
Visita de la Dra. Wilberforce a la Monk´s House (nombre de la residencia rural de Virginia). “Encontré a Virginia en un estado de gran fragilidad. Virginia me confió que se sentía <deprimida hasta las más hondas profundidades>. Virginia recordó su juventud, en especial cuando murió su madre y su padre quedó destrozado y <se volcó demasiado sobre nosotras... Nos cargó con demasiados reclamos emocionales; esa fue la causa de muchas de las cosas malas de mi vida. No recuerdo haber disfrutado jamás de mi propio cuerpo... El dolor de mi padre me condenó a vivir en un invernadero intelectual... De niña no tuve oportunidad de jugar ni vagabundear por el bosque y, por lo tanto, me metí dentro de mí misma>.
 Después de la sesión, Octavia consideró “Virginia teme volver a sufrir otro ataque”.
*18 de marzo de 1941
Observaciones de Leonard: “Virginia regresó de una de sus largas caminatas empapada, sintiéndose enferma y temblando. Me dijo que se había caído en una zanja”.
*21 de marzo de 1941
Visita de Virginia a Octavia quién registra: Me preocupa su melancolía. Virginia reconoce en mi consultorio: “<Me siento completamente bloqueada. No puedo escribir. He perdido el arte.> Indiqué a Virginia que pensara en términos positivos. Elogié las virtudes del aire libre, la reprendí por su fatalismo y por usar la guerra como excusa. Le aconsejé calmarse de inmediato, sobreponerse y trabajar duro, porque su escritura era lo más importante, más aún, debía dejar de obsesionarse con el pasado, olvidar los problemas de su familia, toda esa perorata de que <la sangre es más espesa que el agua>. Virginia replicó que se dedicaba a fregar los pisos cuando no podía escribir, que esto la ayudaba a sacarse los problemas de la cabeza.” Octavia acota:“Virginia está demasiado preocupada con su mente y sus reacciones. Le haría mucho bien cosechar un campo o dedicarse a algún deporte”
*21 de marzo de 1941
Carta de Virginia a su hermana Vanessa. “He ido demasiado lejos esta vez como para regresar. Ahora estoy segura de que estoy volviéndome loca... Siempre oigo voces y sé que ya no podré superarlo. Prácticamente ya no puedo pensar con claridad. Lo he combatido, pero no puedo seguir más”
*23 de marzo de 1941
Leonard registró: “Su estado era muy peligroso. Una depresión desesperante... Sus pensamientos estaban fuera de control; estaba aterrada por la locura. Sabía que en cualquier momento podría matarse. Espero que no se repita el intento de suicidio de 1913, cuando ingirió una sobredosis de Veronal inmediatamente después de una visita al médico. Esa misma tarde la llevé al consultorio de Octavia”.
*23 de marzo de 1941
Registro de la Dra. Wilberforce. “Ya en el consultorio Virginia me confiesa sus temores. Que el pasado se repita... Que ya no pueda volver a trabajar y así sucesivamente. Trágico. Dios sabe si lo que hice sirvió para algo... <Porque usted ya ha pasado por problemas y los ha superado ¿eso no debería tranquilizarla respecto de que si ahora se tomara las cosas con calma...?> Le presenté todos los argumentos predecibles. Supongo que no sirvió de nada, en realidad. Pero en algún lugar algo hizo efecto, extendí la mano y aferré la suya, fría como el hielo. <Si usted quiere colaborar sé que  yo puedo ayudarla, y no hay nadie en Inglaterra a quién me gustaría ayudar más>. Parecía un poco menos tensa y quizá un poco complacida pero de manera distante!! Virginia respondió <Pero qué conmovedor es todo esto ¿Y yo puedo ayudar?>. Virginia estaba acosada por su padre. Después del examen decidí que efectuar cualquier cambio drástico no ofrecía seguridad. Leonard debía convencer a Virginia para que abandonara todo trabajo intelectual. <Nada de escritura durante un mes. Vive demasiado tiempo en el reino abstracto de los libros y las ideas>.
*23 de marzo de 1941
Registro de Leonard. “Mientras estábamos hablando con Octavia un bombardero alemán pasó rozando nuestras cabezas; un rugido ensordecedor seguido del estrépito de ametralladoras y luego una explosión a distancia. Más tarde recordé el impacto, pero en ese momento, absortos en la conversación, apenas lo notamos”.

Los ataques aéreos, el aislamiento y la paranoia causada por el temor a una invasión precipitó a Virginia al abismo. Luego que se marcharon Octavia escribió a Virginia una carta que Virginia nunca llegó a ver. Una vez más la instaba a realizar tareas livianas de la casa. “Mire las aves, haga un poco de bordado, diseñe una nueva funda para las sillas, coma un poco más, en especial carbohidratos”.
*28 de marzo de 1941
Registros de Leonard. “Los días siguientes a la consulta con Octavia el estado de Virginia empeoró. De acuerdo a las sugerencias de la doctora organicé algunas tareas domésticas para que no pensara tanto en sí misma. Puse el plumero en sus manos para que colaborase con la empleada. Más tarde, la empleada la vio dejar el plumero, ponerse el abrigo, tomar su bastón y avanzar con rapidez por el jardín hacia el río... Recogía piedras y se las ponía en el bolsillo. Seguí sus huellas. Evidentemente entró en el agua con el bastón en la mano y allí lo soltó... Encontré en la repisa dos cartas, una carta para mí y una esquela en su bloc de notas en la cabaña del jardín.
*18 de marzo de 1941
Carta de Virginia a Leonard. “Querido: estoy segura que me estoy volviendo loca otra vez. Siento que no podemos afrontar otro de estos terribles períodos. Y esta vez no podré recuperarme. Empiezo a oír voces y no puedo concentrarme. De modo que voy a hacer lo que me parece mejor. Me has dado la mayor de las felicidades posibles. Has sido en todos los sentidos todo lo que se puede ser. No creo que dos personas puedan haber sido tan felices, hasta que llegó esta terrible enfermedad. No puedo combatirla por más tiempo, sé que estoy destruyendo tu vida, que sin mí podrías trabajar. Y sé que lo harás. Ya vez que no puedo escribir correctamente ni siquiera esto. No puedo leer. Lo que quiero decir es que toda la felicidad de mi vida te la debo a ti. Has sido siempre paciente e increíblemente bondadoso conmigo. Quiero decir que... todo el mundo lo sabe. Si alguien hubiera podido salvarme, habrías sido tú. No me queda nada salvo la certeza de tu bondad. No puedo seguir destruyendo tu vida. No creo que dos personas podrían haber sido más felices de lo que hemos sido nosotros. V.”

*28 de marzo de 1941
Esquela en el diario de Virginia. “Querido: quiero decirte que tú me has dado una felicidad completa. Nadie podría haber hecho más que lo que tú hiciste. Por favor, créelo.
Pero sé que jamás podré superar esto, y estoy desperdiciando tu vida. Es esta locura. Nada que nadie diga puede persuadirme. Puedes trabajar y estarás mucho mejor sin mí. Ya ves que ni siquiera puedo escribir esto, lo que demuestra que tengo razón. Lo único que quiero decir que hasta que llegó esta enfermedad fuimos completamente felices. Todo debido a ti. Nadie hubiera podido ser tan bueno como tú, desde el primer día hasta hoy. Todo el mundo lo sabe. V.”

Ø  “No podemos quedar fijados en el pasado ni tampoco deleitarnos en la mirada del abismo. En este camino sin salida que enfrentamos hoy, la recreación del hombre y su mundo se nos aparece no como una elección entre otras sino como un gesto tan impostergable como el nacimiento de la criatura cuando es llegada su hora”.
Ernesto Sábato “La Resistencia”; Bs.As; Rep.Arg.; 2000

III
CONCLUSIONES

Los registros expuestos posibilitan vislumbrar las circunstancias que obturan La verdad de Virginia Woolf.
Su fama en los círculos intelectuales de la época, eclipsa e inhabilita a la Dra. Wilberforce para prevenir el derrumbe de la paciente.
En sus informes alude con admiración a Virginia escritora; a la decepción de Virginia en lo relativo a su historia personal y sus emociones pero elude el “discurso- victimizado-lamento ” de Virginia Es ese discurso  imperio del Thánatos, útero insaciable en un contexto devastador con el que Virginia está conectada y en cuyos brazos va entregándose lentamente.
Virginia exorciza en la prosa las voces de sus fantasmas. En su obra literaria el  lenguaje escrito los vivifica desde su verdad. Cuando “pierde el arte, el poder sobre las palabras”... cuando la creatividad queda atrapada se sumerge hasta “las más hondas profundidades” buscando nuevos significantes y significados en el ritual purificador de las aguas.
Para la doctora: su verdad.  “Es un honor atenderla... Es la escritora más brillante en vida de Inglaterra... Virginia está desnutrida... débil... necesita alimentarse... más carbohidratos... descanso... debe vivir el presente, debe salir del pasado... su espíritu mira hacia atrás... Es fatalista, usa la guerra como excusa... Debe olvidar los problemas de su familia... vive demasiado tiempo en el reino abstracto... no debe escribir...”
Para Leonard: su verdad. En su desesperación se suma a la verdad de la doctora. La verdad de Octavia se convierte en su verdad. “De acuerdo a las sugerencias de la doctora organicé algunas tareas domésticas para que no pensara tanto en sí misma. Puse el plumero en sus manos para que colaborase con la empleada en la limpieza del hogar”.
Para Virginia: su verdad. “Me siento completamente bloqueada”... En este cuerpo que nunca fue mío...”No puedo escribir ...No puedo leer”...” He perdido el poder sobre las palabras..”He perdido el arte”.... “Me hundiré con todas las velas desplegadas”.
Los Woolf eran dueños de la imprenta Hoghart Press donde se corregían y publicaban las obras de Sigmund Freud. El padre del psicoanálisis, entre 1910 y 1915, ya alertaba a la rígida comunidad científica con sus investigaciones del suicidio, la melancolía, el duelo, la guerra y la muerte. El 28 de enero de 1939, Freud (semiparalítico, con cáncer de garganta) regaló a Virginia un narciso mientras tomaban el té y conversaban, con preocupación, sobre el crecimiento de Hitler en el poder.
Virginia llega a la consulta, atravesada por su argumento de vida y su verdad. La Dra. Octavia Wilberforce, ante las consultas de la escritora, manifiesta su frustración porque “no puede ayudar a sus pacientes”. La misma se suscita por su falta de recursos para el abordaje de los procesos inconscientes. La mirada de Octavia es incompleta. Octavia desconoce la clave para ingresar a las cavernas donde anidan los miedos a la pérdida, al ataque y a la locura por la líbido defraudada. Miedos que aprisionan e inhiben el yo de Virginia. La médica  clínica  ignora los argumentos para intervenir en el combate amoroso que, con persistencia, conduce a la escritora a la pérdida erótica. Inevitablemente, Octavia no puede instar a la vida a quien ya ha renunciado a su conservación. Ello la torna elusiva en cuanto a los reclamos explícitos de Virginia  mientras alude a ellos en sus registros clínicos. El bloqueo de los potenciales de Virginia (cuerpo, organismo, sexualidad, inteligencia, creatividad, deseo) se agudiza por el atrape entre dos guerras: la contemporánea y la que subyace en los laberintos más tenebrosas de su mente.
*”Mi mente se asemeja a un espejo roto en una feria... Soy tan rara, y tan limitada... y soy tan diferente a los seres humanos comunes...”
Pero Octavia, carente de estrategias adecuadas, no puede rescatar a Virginia de su visión empobrecida del mundo. Mundo interno aniquilado que torna más insoportable aún el mundo externo.
En la actualidad, el progreso en el campo  de la Psiquiatría y la Psicología ha beneficiado la mirada del profesional transformando la relación terapéutica en una búsqueda compartida de la verdad; en un punto de encuentro entre la angustia del paciente y la posibilidad del terapeuta de acompañarlo en el doloroso tránsito de la enfermedad a la salud; en un espacio dramático donde la verdad subjetiva del paciente  necesita ser desatrapada a fin que la verdad le permita recuperar los talentos perdidos, la posibilidad de ser aquí y ahora.
Desde un profundo conocimiento de la constitución de las estructuras psíquicas y con el don de la palabra el profesional puede equilibrar la libido del paciente nivelando las turbulencias de los miedos amplificados que desatan el caos.
La ética de la operatividad psicológica en el siglo XXI posibilita al terapeuta iluminar las zonas de incertidumbre más íntimas de un paciente con el yo debilitado para afrontar la realidad.
Es significativo enfatizar que a Octavia le inquieta, fundamentalmente, la ingesta y provisión de alimentos (madre nutricia) en tanto enfoque médico clínico. Desde el mismoescinde el cuerpo, el organismo de la inteligencia y el deseo de Virginia. No es perceptiva al quiebre emocional (reclamos) que, sin embargo, registra por escrito. Desconoce la historia de su paciente; tampoco logra, dado el entorno, recabar datos suficientes para reconstruirla. Ignora las internaciones y los tratamientos previos ocasionados por los sucesivos desórdenes mentales de Virginia.
Octavia, deslumbrada por la agudeza intelectual de la escritora y el manejo del lenguaje en su obra, no advierte que en esa prosa que ella admira, lo thanático es una constante. Hay una muerte pre-anunciada, requerida, invocada, deseada.
          El dominio del fascismo en la Europa de entonces con Franco en España, Mussolini en Italia y Hitler sembrando el terror en el resto de Europa  inhibe a Octavia –médica rural- de ejercer su profesión como el habitual médico de cabecera, conocedor de toda la historia de las familias a su cargo. En tiempos de paz, el médico rural ocupaba un lugar de prestigio y generaba un estrecho vínculo con sus pacientes.
Desde la frustración, la impotencia profesional y el deslumbramiento, Octavia  prescinde de Virginia en tanto sujeto  social: totalidad totalizante, jungla de vínculos. La interferencia de los acontecimientos bélicos genera tal obstrucción que entorpecen el reajuste constante de la comunicación médico paciente- En la esperanza de fortalecer a Virginia desde un proceso que le permita acceder a la salud a partir del enfrentamiento de la realidad, solicita con énfasis que “no use la guerra como excusa”. Ello significaría  que no se preocupe por el avance del nazismo; mientras Virginia está casada “con un judío pobre”. De hecho asume como escritora el apellido de su esposo: “Woolf”.
Octavia exige que Virginia olvide el legado de las huellas dolorosas que  la historia familiar depositó en ella. Que deje al pasado en el pasado. Que no escriba. Que viva menos en la abstracción y más en lo concreto. La labilidad mental de Virginia que Virginia misma auto describe “como un espejo roto”  termina de fragmentarse y estalla.La paz y el olvido sólo sobrevendrán con la “descontextualización” absoluta que posibilita la muerte.

BIBLIOGRAFÍA


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[1] Ortega y Gasset
Prof. en Cs. de la Educación-Diploma Superior en Cs. Sociales con mención en Educación en FLACSO- Facultad Latinoamericana de Cs. Sociales.